Capítulo 1: El Mensaje y el Llamado a la Imitación de Cristo
Amor, paz y Luz de Dios.
Este mensaje de Dios por mediación de nuestro Señor Jesucristo será divulgado en breve tiempo por todos los continentes. Yo simplemente no soy más que un instrumento que se ha atrevido con el debido respeto del Omnipotente y con su permiso. Sépanlo bien hermanos y amados, que aunque soy un necio, un débil, por los yerros de mi vida las tinieblas merodean, pero el Señor es mi luz y mi fulgor, pues nuestra única confianza y auxilio está en ÉL.
He buscado recoger las palabras de las Sagradas Escrituras para comerlas, y pienso que se me ha confiado esto que hago, pues he sacado cosas viejas y nuevas del Tesoro para mostrar y llevar a la mesa el alimento espiritual... sí, inclino mi rostro en Cristo Jesús, ante todo aquel a quien pueda servirle de alguna manera.
Como en todos los tiempos, un escribano es más que un escriba. Tan solo el valor y el galardón lo obtienen aquellos que de verdad temen al Señor, al Todopoderoso, en Cristo Jesús, ciertamente los reales que verán a continuación, son algunos de los estatutos de la palabra divina, una pequeña porción del conocimiento perpetuo que ofrece el Altísimo, el Excelso y Soberano. Lee, amigo mío, que aunque la letra esté muerta, se vivifica en el corazón, digo en el corazón del espíritu... Somos, espíritu, alma y cuerpo, nuestra identidad ha de ser espiritual; aunque se ofrezca una guerra, Dios estará con nosotros; mas quien se identifica con la carne, en lo corporal, está sujeto a sus pasiones y deseos.
El Hijo del Hombre ha venido al mundo para enseñarnos la salvación, Jesucristo, el que dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida, debemos pues, hacernos imitadores del Señor, como lo hicieron sus apóstoles, discípulos y condiscípulos. En Primera de Pedro cap 2 dice: pues para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos.
Jesucristo ha venido a buscar esposa, sí, para sus bodas nupciales, esta es la Iglesia, aquellos que la conforman en espíritu y en verdad, la Jerusalén Celestial.
(Debemos reverberar como espejos la gloria del Señor, para transfigurarnos en la misma imagen. 2da de Corintios cap 3)... La imagen del Cristo es pura, casta, célibe, Continente, esto es, o son las arras del espíritu, esta es la circuncisión verdadera, los que circuncidan el prepucio de su corazón.
Gloria a Dios... Amén.